En el
camino del niño hacia su independencia y autonomía vital es básico tener en
cuenta el papel que el movimiento tiene en este proceso. María Montessori (M.M.) no
fue ajena a ello sino que le dio la más alta importancia. Para ella, el
movimiento era la viva expresión de la voluntad humana, que “servía a toda la
vida y la economía espiritual y universal del mundo”.
Tenía una concepción unitaria cuerpo-mente cercana a la
visión oriental frente al racionalismo imperante en occidente ("pienso, luego
existo"). En este sentido, Montessori critica la visión reductora de la
escuela y la sociedad tradicional que ensalzan la actividad intelectual pero
aislándola de su expresión física, entendiendo ésta como un mero ejercicio de
conservación de la salud.
Montessori evidenció que el desarrollo del niño está ligado
irremediablemente al movimiento o dicho de otra forma: el niño aprende en
movimiento. En sus palabras: "Nuestro
concepto es que el niño desarrolle la coordinación de los movimientos
necesarios para su vida síquica, para enriquecer su parte práctica y ejecutiva,
de lo contrario el cerebro se desarrollará por su lado casi extranjero a la
realización llevada a cabo por el movimiento.("La mente absorvente", María Montessori, pág.189).
M.M. observó no sólo el impulso natural
hacia el movimiento sino también la búsqueda de la perfección en su
realización. Lo anterior sentaría las bases de su método respecto a la
utilización correcta y detallada de los materiales de vida práctica y
desarrollo (sensorial, leguaje, etc.).
En este camino de perfeccionamiento, es
la mano el instrumento que expresa con mayor sutilidad la inteligencia humana. “El desarrollo de la habilidad de la mano es paralelo al desarrollo de la
inteligencia”(La mente absorvente, María Montessori, pág.195).
De modo que el
desarrollo psíquico del niño progresa con el desarrollo de las habilidades
manuales. El primer movimiento se asocia con agarrar y coger, primero de forma
automática y luego intencional a los 6 meses. A partir de los 10 meses querrá
apoderarse de los mismos y antes del año ya es capaz de dominar una serie de
ejercicios básicos, como meter objetos en botellas. Por tanto, un
ambiente rico en estímulos manuales repercutirá de forma positiva en el
desarrollo mental del niño.