domingo, 6 de julio de 2014

El curriculum oculto

 La educación es una máscara que no sabemos lo que esconde. En el curriculum que se publica sobre los contenidos y competencias de la educación infantil y primaria se manifiestan de forma pormenorizada todas las maravillas que descubrirán l@s niñ@s en sus años de escuela. Pero el lado oscuro del curriculum permanece oculto incluso a los propios pedagogos y maestros que diseñan o imparten las clases. Algunos de ellos:

Obedezco, luego apruebo

Entra y sale a la hora que te digamos. Siéntate y levántame cuando te lo digamos nosotr@s (o la sirena). Habla cuando te diga y responde lo que quiero que me digas. Si lo aceptas eres bueno y sacarás buenas notas. Si no, eres malo y te castigaré. Aceptarlo durante años (educación obligatoria) supone asumir altos niveles de sumisión, humillación y dependencia contrarios al “espíritu de emprendimiento” que la moda actual imprime en los currículos oficiales. Los obedientes sobrevivimos con cicatrices emocionales. Los “malos de la clase” quién sabe si se han convertidos en genios gracias a su rebeldía o aceptando la etiqueta impuesta siguen haciendo su “travesuras”.

 


La verdad está ahí fuera.

¿De qué se extrañan las autoridades educativas si los niñ@s van perdiendo la curiosidad y se vuelven apáticos cada curso que pasan? El profesor es el centro de atención de todas las personas que hay en el aula. Encima del atril o de pie, está visualmente por encima de l@s alumn@s y genera subconscientemente una superioridad moral. Lo que dice el maestro y el libro de texto es la verdad. (Recordemos que no aceptarla equivale a sacar un cero o ir al rincón de pensar…). ¿Por qué explorar por mí mismo si sólo hay una respuesta posible y la tiene el/la profesor@?

“¡Primeee!”

Competir es una acción que se pretende asociar con el progreso y la mejora social y con la naturaleza de la vida (a lo Darwin…) pero que en realidad encierra una zancadilla grupal, que nos ponemos l@s un@s a l@s otr@s. El que levanta la mano primero es sujeto de la envidia de algún@s, humillación de otr@s, encasillamientos en roles (el empollón…). Da sentido al éxito y al fracaso, los dos grandes hitos de nuestro propio y pobre sueño americano. Competir en este sentido es aceptar una lucha cuyas reglas no hemos decidido ni nos va a reportar una verdadera felicidad personal.

Todos somos iguales.

Ahora sí que lo somos, gracias en parte a la escuela. Iguales en preferencias musicales o moda, iguales en la manera de comunicarnos o entender la vida… Pedro García Olivo habla de la subjetividad única, una uniformidad interior que estandariza las mentes y mercantiliza las vidas. Nos convertimos en productos que salimos de una cadena de montaje llamada escolarización. Durante el proceso se liman caracteres, se aprietan los tornillos de la conducta, se dirige la atención a base de pizarra que refleja realidades, historias, números o palabras tan extrañas como lejanas a la propia vida. El indígena que pierde su cultura es un ser perdido. Nosotros en occidente no sabemos que tuvimos una cultura y que la hemos perdido.

 

Son algunos de ellos, pero hay muchos más. Holt o Ilich ya los identificaron hace mucho tiempo de forma magistral, pero el curriculum oculto sigue ahí, en nuestro sistema educativo moldeando cuerpos y conciencias. Después de haberlo pasado, tenemos la oportunidad de ser conscientes de lo vivido y expresar hoy plenamente nuestra libertad de ser, pensar y decidir para que nuestr@s hij@s no pasen por lo mismo. ¿Escuela pública para tod@s? Si es como hasta ahora, yo no la quiero para mi hijo.

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